martes, 10 de julio de 2007

La TV cultural a la deriva


Por Carmen García Bermejo.
Como la última reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión postergó la transformación de los medios de comunicación del gobierno, como los canales de televisión 11 y 22, en verdaderos medios de Estado de servicio público, éstos operan según el criterio del funcionario en turno. Esa falta de normas también los restringe a hacer cambios sólo en pantalla.

Aunque en algunos aspectos muestran avances y en foros internacionales han obtenido reconocimientos por ciertos programas, los canales de televisión abierta 11 y 22 permanecen como medios de gobierno al servicio del partido, del gobernante, del presidente o del jefe en turno.
Cada sexenio, el nuevo funcionario reinventa los proyectos que le permitirán imprimirle su “sello” al canal para lanzar “la mejor imagen” en pantalla. Su actual estructura no les otorga autonomía para funcionar como medios de Estado de servicio público.

La oportunidad para que estas emisoras contaran con personalidad jurídica propia la canceló, primero, el gobierno panista de Vicente Fox en 2002 con un decreto que sólo favoreció a la televisión privada y, después, buena parte de los legisladores del Congreso de la Unión al aprobar, en 2006, las reformas a la Ley Federal de Radio y Televisión, mejor conocida como la Ley Televisa, cuyos principales artículos a favor del duopolio televisivo ya fueron invalidados por la Suprema Corte de Justicia.

Tanto el gobierno federal, como la mayoría de los legisladores condenaron a estas emisoras a seguir funcionando como medios del gobierno cuyo engranaje gira de acuerdo con la noción del régimen en turno.
El manejo gubernamental que se hace con estos medios se pudo percibir con el reciente cambio del sexenio foxista, al sexenio calderonista. Por ejemplo, de diciembre de 2006 a marzo de este año en el Canal 22 no se hizo ninguna producción. Lo único que estaba al día, por obvias razones, eran los dos noticieros: Ventana 22 y Espacio Alterno, ambos se grababan en el foro pequeño porque el grande fue rentado --durante tres meses-- a TV Azteca para el rodaje de su nuevo reality show. Es por eso que en los programas realizados por el canal aparecía la leyenda “este programa es grabado” y en el caso de las series adquiridas, el televidente las podía observar una y otra vez hasta el cansancio, como fue el caso de Napoleón y Los miserables.

En tanto, en el Canal Once del IPN la programación seguía su rumbo, pero cualquier contrato estaba suspendido hasta que fuera designado o ratificado el director del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Una vez ratificado, éste dejó en su cargo a Julio Di-Bella para continuar seis años más al frente del Once TV. En estos canales de televisión, los planes se diseñan a modo. Mientras que con el régimen priista, Alejandra Lajous (quien dirigió esta emisora de 1991 a 1994 y de 1995 al 2000) quería convertir al Canal Once en una televisora que “sirva para enaltecer la vida humana, la vida social y reafirmar la fortaleza de nuestra identidad nacional", en el régimen panista el sueño de Julio Di-Bella es convertirla “en una opción televisiva mucho más contemporánea, dinámica, vivaz, lúdica, atrevida, mediante la exploración de nuevos géneros y formatos en sus contenidos”. Cada funcionario diseña el canal a su idea, incluso Di-Bella habla de nuevos géneros y formatos, pero algunos programas son criticados por copiar los saturados modelos de la televisión comercial, como son los reality show.

En el Canal 22 las cosas no son distintas. Durante los ocho años de José María Pérez Gay al frente de esta emisora (1993-2000), los amigos del director en turno eran quienes tenían los programas “estelares” y, así, quedó atrás el proyecto original de ser una ventana donde la producción de audiovisual independiente tuviera salida. Al arribar los “panistas del cambio” al poder, Enrique Strauss fue designado director y el Canal 22, nuevamente, fue reinventado. Al principio, este funcionario manifestó continuar con lineamientos de su exjefe Pérez Gay pero, después, dio a conocer “el nuevo perfil” que implicaba incrementar la producción propia, coproducciones con cadenas internacionales, nuevas series y una programación variada, aunque también más cercanas a la televisión comercial, con la idea de que esta televisora captara mayor audiencia.

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